domingo, 24 de mayo de 2015

Gatillador LaTICFM: reconfigurando el espacio de trabajo





Parte del proceso es la reconfiguración del espacio, acciones imaginativas y físicas que mueven el mobiliario, las máquinas, los dispositivos de estar, y los reposicionan como expresión de la apropiación de los participantes.

El jueves pasado (21 de mayo) nos pusimos a la tarea con Adrián, Francisco, José Luis y Juan Carlos. Nos encontramos una mesa redonda, que había estado ahí en los pasillos de la uni pero no la habíamos notado hasta ese día que la idea de un espacio más interactivo nos la hizo evidente.

Después publicamos las fotos que vienen abajo y vino este diálogo en G+:



El texto de Maturana fue la lectura clave del núcleo Amor y Condición Humana que trabajamos este semestre (2015-I), y Gerardo uno de los estudiantes que le dieron vida. Complementando la idea de GATILLADOR, ponemos aquí una cita de Antonio Lafuente y Andoni Alonso sobre hospitalidad:

"La hospitalidad es un qué y también tiene un cómo. Desde la Iliada, pasando por Kant y Lèvinas, reconocerse en el xenos, en el extranjero y lo extraño, es reconocerse como humano. Todos en algún momento, afirma Illich, somos xenos y necesitamos de la hospitalidad o nos encontramos con un otro que la demanda como extranjero. Esta condición de extranjería de las gentes ordinarias respecto de la ciencia o el conocimiento experto es el fundamento que sostiene el debate sobre las dos culturas [expertos y legos]. Y es también el problema para el que Haque busca una solución imaginativa. En un laboratorio, como indica Usman Haque, la comunidad que lo sustenta, si quiere estar abierta a nuevas incorporaciones, ha de presentarse como una estructura granular que favorezca la participación, aun cuando se trate de gentes con intereses discrepantes y dispuestos a grados de involucración parciales, intermitentes o esporádicos. No queremos ser más ingenuos de lo imprescindible, pues como nos enseñó Derrida la auténtica hospitalidad es tan necesaria como imposible. Aunque nos dejemos influir por la mejor filosofía, también nos hemos expuesto sin protección a la cultura hacker y aprendido que, con frecuencia, no sólo la pureza obsesiva o la perfección son una trampa autodestructiva, sino que los hechos demuestran que un consenso aproximado basta para lanzar una idea y esperar de la comunidad sus críticas y comentarios. O, trasladado al tema que nos ocupa, estamos seguros de que la supuesta naturaleza aporética de la hospitalidad puede ser minimizada si configuramos nuestros proyectos o instituciones bajo el prisma de la granularidad, una estrategia que puede aceptar desde personas que dicen saber poco a quienes ostentan saberes sofisticados, dedicaciones obsesivas y emotividades paradójicas. La granularidad, entonces, es la tecnología que favorece la participación y que hace crecer la comunidad. Lo comunitario, por otra parte, demanda habitualmente la presencia de mediadores que hagan networking sin amenazar la heterogeneidad o la diferencia y, sobre todo, que enreden a partir de lo que hay y no de lo que piensan que debería haber. Un mediador nunca imitará las maneras del gurú, sino que se ofrece desde la cultura del cuidado. A veces la mediación no es un gesto más o menos empático y adopta la forma de un reto topográfico, por ello es agradable ver que las paredes de Medialab-Prado se convierten en una pizarra de trabajo o que en la sala se realizan varios proyectos/encuentros simultáneamente, como también que su mobiliario se mueva cada día en la búsqueda de nuevas configuraciones más amables. Cuando pensamos en esta cultura de lo abierto lo fácil es hablar de sinergias, cooperación o escasez de recursos, pero es mejor imaginar esta congestión como causa y efecto de la generosidad, las infraestructuras y las buenas maneras. El reto entonces está claro: hacer que el espacio público tenga la configuración más apropiada en beneficio de la hospitalidad.”








En la mesa redonda: Francisco, Adrián, Juan Carlos y Emilia. Al fondo en la compu Huvy, compa estudiante de LaTICFM que viene del plantel Centro Histórico, asesor audiovisual, aquí un relato de su participación.




Francisco, Adrián, Juan Carlos y el Lur.





Juan Carlos, Adrián y Emilia. Atrás está la mesa para bolsas y mochilas, y una reproducción de La última cena de Tintoreto, símbolo de la rebeldía barroca que donó un estudiante el semestre pasado como parte de su proyecto al Museo Barroco.


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